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Días de balances, recuentos y anuncios de propósitos, todos ellos llenos de bondad. A su cabeza, citados por orden cronológico, el del presidente del Gobierno y el del rey Felipe VI. Ambos han cumplido con la tradición. El de Pedro Sánchez mostró a un hombre que levita con los resultados económicos, se considera el mejor gobernante del mundo y está dispuesto a continuar en la Moncloa, aunque sea regalando a Puigdemont una estruendosa foto en Waterloo. Felipe VI intenta ser dos cosas: la parte sensible del poder con su recuerdo de las desgracias y conciencia crítica del país por los malos modos de una contienda política que llegó a calificar como “atronadora”.