“Trabajo en lo que yo llamo la monopolización intelectual, específicamente la del capitalismo digital”. Así se presenta Cecilia Rikap (Buenos Aires, 40 años), profesora de Economía en la College Faculty London y directora de investigación del Instituto para la Innovación y el Propósito Público (IIPP) de ese centro. En los últimos años, Rikap se ha especializado en analizar cómo las grandes tecnológicas acaparan la generación de conocimiento (no solo puramente tecnológico, sino también académico, información sobre los propios usuarios y sobre los procesos productivos) y cómo eso las coloca en una situación de dominio en el mercado.
La doctora Rikap asesora al Gobierno de Brasil en su estrategia de soberanía digital, que persigue dotar al país de herramientas propias para depender menos de los gigantes tecnológicos. Ningún otro país occidental ha apostado tan fuerte por esa suerte de independencia tecnológica. Ese es el contexto en el que, este verano, un juez de Brasil ordenó el cierre de la red social X tras negarse su dueño, Elon Musk, a bloquear las cuentas de ciertos perfiles que difundían “discursos nazis, racistas, fascistas, de odio y antidemocráticos”. Pocas semanas después, X rectificó y se le permitió volver a funcionar allí.
Ese movimiento tuvo consecuencias. Rikap impulsó una carta que rubricaron en septiembre una cincuentena de economistas, entre ellos Thomas Piketty, Yanis Varoufakis o el flamante Premio Nobel de Economía, Daron Acemoglu, en la que denunciaban presiones de las tecnológicas sobre el gobierno Brasileño para que no desplegara su proyecto de soberanía digital. Más recientemente, Rikap y otros colegas han recogido en un documento las guías para perseguir esa soberanía digital. “La clave está en que el nuevo ecosistema digital lo lidere el sector público”, asevera la investigadora por videollamada desde Londres.
Pregunta. Usted sostiene que las grandes tecnológicas centralizan el conocimiento. ¿Cómo lo hacen?
Respuesta. En el capitalismo world, la acumulación de capital se concentra en grandes empresas, que también acaparan activos intangibles. Yo investigo cómo se dan las dinámicas de coproducción y apropiación del conocimiento. Básicamente, miro las publicaciones científicas y las patentes, que es la información disponible, y analizo dónde se generan y con quién se comparten. Por ese método identifiqué en 2017 que Amazon estaba mutando de una empresa de comercio electrónico a una tecnológica, centrada cada vez más en la nube. Ya en 2020 vimos que el foco principal de la investigación de estos gigantes period la inteligencia synthetic (IA), más específicamente el aprendizaje automático (machine studying) y el aprendizaje profundo (deep studying). Ese camino lo han recorrido de la mano de miles de universidades.
P. ¿De qué empresas estamos hablando?
R. Fundamentalmente, de Amazon, Microsoft y Google, las grandes dominadoras de la nube. Controlan el 70% del mercado mundial, y si el porcentaje no es mucho mayor es porque no pueden operar en China. Esas compañías también están monopolizando el desarrollo de la IA, una tecnología que se puede aplicar a todas las industrias, y potencialmente a todos los ámbitos de la vida, pero que además es una herramienta para inventar. La IA es el código, pero también los modelos, los datos y la capacidad de procesamiento. Todos esos elementos están dominados, en explicit, por Amazon, Microsoft y Google. La capacidad de las dos últimas de influir sobre la agenda de investigación de la IA es enorme.
P. ¿Cree que la IA es cosa de dos empresas?
R. Microsoft y Google son como la sal: están en todos los platos, tienen relación directa o indirecta con casi con todo lo que se hace en el mundo sobre IA. Dominan la agenda de investigación, controlan qué hacen las startups, comprándolas o financiándolas. También evangelizan y controlan el software program libre. A primera vista, parece una solución perfect, porque aportan la infraestructura digital a las empresas, desde centros de datos a software program como servicio, pero les hace dependientes y luego es costosísimo cortar con ellos y buscar una alternativa. Por otra parte, cuando las empresas venden a través de la nube, controlada principalmente por Amazon y Microsoft, les tienen que pagar un porcentaje, ya sea una pyme o un gigante como Coca-Cola o Inditex. Esta última vive del conocimiento que tiene sobre cómo organizar su proceso de producción y de gestión de shares de la manera más eficiente, y eso está íntimamente relacionado con poder utilizar algoritmos de IA que analicen inmensas bases de datos. Así que su negocio depende de las proveedoras de ese servicio.
La economía digital está dominada por Amazon, Microsoft y Google, pero no a través de la propiedad. Y eso es clave, porque, si no, sería evidente para los reguladores que hay un problema
P. Amazon, Microsoft y Google son, entonces, omnipresentes en la economía digital.
R. El sistema está dominado por ellas, pero no a través de la propiedad. Y eso es clave, porque, si no, sería evidente para los reguladores de la competencia que hay un problema. Las grandes tecnológicas crecen en la economía digital a través del management, de su capacidad de apropiarse de valor.
P. ¿El gobierno de Brasil le pidió salir de esa espiral?
R. Tras una primera visita a través del IIPP, tuve reuniones a título private y desinteresado con varios ministerios y me pidieron que viera su plan de IA y que les ayudara a jerarquizar. Lo que estamos diciendo es: ¿cómo se puede armar un modelo de desarrollo de IA y de la nube que sea soberano para un país periférico?
P. ¿Se puede?
R. Está claro que la nube es elementary y que hay un gran cuello de botella ahí. Desarrollar una nube verdaderamente pública sería clave. Pero no basta con ofrecer solo infraestructura, porque podría suceder que una startup entrene su modelo en tu nube estatal, pero que después vaya a vender a la nube de Amazon, Microsoft y Google, porque es ahí donde está la demanda. Si quieres hacer una aplicación con IA, no vas a desarrollar el modelo: usarás uno que esté ya hecho, probablemente en las nubes de Amazon, Microsoft o Google. La thought con la que se está trabajando en el gobierno de Brasil es identificar los cuellos de botella que se generan en toda la cadena de valor y decidir qué tipo de IA queremos. En un principio, se barajó desarrollar una nube pública, un modelo de IA fundacional y después incentivar a las startups o cualquier empresa a que haga aplicaciones, teniendo al sector público como un primer cliente. La reacción de las grandes tecnológicas ha sido muy, muy fuerte.
Hay que perderle el miedo a la palabra planificación. Otra IA es posible, pero hay que planificarla
P. ¿En qué se ha traducido esa reacción?
R. Están tratando de generar tensiones internas en el gobierno de Brasil. Desde el momento en que Lula [da Silva, presidente del país] anuncia el plan de IA, tanto Amazon como de Microsoft empiezan a decir que aumentarán sus inversiones en el país. El ministro de Desarrollo, Industria y Comercio, por ejemplo, celebró un acuerdo con Microsoft, que ya estaba firmado de la period de Bolsonaro, por el que dedicarán 2.700 millones de dólares a desarrollar servicios de IA en la educación pública. El Gobierno finalmente está decidiendo construir una plataforma encima de la nube de las huge tech que, pese a mis intentos y los de parte del propio Gobierno, no será completamente independiente.
P. ¿Puede un país como Brasil resistir esas presiones?
R. Sí. La clave es organizar una respuesta regional. Una nube verdaderamente pública requiere de una inversión enorme. Si participan varios países, además, el sistema no podrá caer si un solo gobierno, como el de Milei, lo determine.
P. ¿Cree que el modelo de Brasil es exportable?
R. Sí, y tiene más posibilidades de éxito en la UE que en Brasil. Porque hay más recursos y más masa crítica de gente. ¿Europa logrará una IA independiente con su plan de fábricas de IA? No, porque las startups que salgan de ahí terminarán en la nube de Amazon, Microsoft y Google. De hecho, en Reino Unido y Alemania, la nube pública se está desarrollando directamente de la mano de esas empresas. Otra IA es posible, pero hay que planificarla. No puede surgir de una empresa privada, sea o no europea. Hay que perderle el miedo a la palabra planificación. No es sinónimo de algo antidemocrático: esa es la que ejecutan las huge tech sin apenas oposición. Es necesario hacerlo de otro modo. Si no, simplemente avanzamos hacia un mundo más desigual.