Las llaves que abren el Monumento a los Caídos de Pamplona son pequeñas y están sujetas por un llavero easy, anodino. Es paradójico que abran las enormes puertas metalizadas del segundo monumento de exaltación franquista más grande de España tras el Valle de Cuelgamuros. El edificio, cuyo nombre oficial es Navarra a sus Muertos en la Cruzada, cierra la vía peatonal más importante de la ciudad y está rodeado por una gran plaza y edificios toscos de apariencia comparable. Lleva años cerrado y, en su inside, el silencio es el protagonista. Solo se escucha el aleteo de las palomas que se refugian en la zona más alta, a la que se accede por unas escaleras angostas que muestran los efectos de la falta de uso: excrementos, telarañas y algunos cristales rotos en las vidrieras. Arriba, la gran cúpula que marca el paisaje urbano de Pamplona.
Está decorada por un conjunto de pinturas murales de casi 700 metros cuadrados con las que el académico Ramón Stolz quiso representar el compromiso de Navarra con la Cruzada y la religión católica. El friso que la sostiene reza en grandes letras —algunas todavía conservan un shade rojo intenso—: “Ya sabéis Señor cuanto hemos trabajado en las batallas, así como mis hermanos y la casa de mi padre por defender nuestra ley y por el santuario… (Lib 1º Macabeos XIII, 3)”. En la parte inferior, la zona noble, todavía están los paneles blancos que sostuvieron la última exposición allí realizada y, en las paredes, tablones de shade beis y lonas negras tapan los mármoles con los nombres de los más de 4.500 navarros del bando sublevado muertos tras el golpe de Estado del 36. Buena parte de estos elementos van a desaparecer tras el acuerdo político municipal alcanzado por EH Bildu, Geroa Bai y PSN para resignificar el edificio y convertirlo en un centro de denuncia del fascismo.
En el ámbito arquitectónico, el pacto contempla la demolición de las criptas en las que estuvieron enterrados hasta 2016 los generales golpistas Emilio Mola y José Sanjurjo. Se va a realizar una “actuación específica” sobre la cúpula exterior y se van a demoler las arcadas exteriores y los mármoles en los que están inscritos los nombres de los sublevados muertos. Las pinturas de Soltz se van a cubrir y se permitirán “visionados restringidos a fines educativos, pedagógicos y/o académicos”.
El pacto no recoge un proyecto concreto, sino que emplaza al Consistorio a organizar un nuevo concurso de concepts que contemple estas bases. Desde el Colegio Oficial de Arquitectos Vasconavarro no han consensuado una opinión institucional, pero su presidente, Santiago Iribarren, cree “que la solución no pasa por un nuevo concurso de concepts”, sino por la resolución del ya iniciado hace unos años. “Participaron 49 equipos, se seleccionaron siete proyectos, se interrumpió por un recurso ya resuelto y consideramos que debe finalizarse declarando un ganador. Lo contrario es una falta de respeto”. A Iribarren le “llama la atención que se le otorgue intención simbólica a la cúpula” porque considera que “la mayor carga simbólica del edificio reside en sus escalinatas y plataformas, que le dan un carácter monumental”.
En el inside, la decisión de permitir el visionado restringido de las pinturas es basic para Marta Rodríguez Fouz (Coruña, 52 años), docente de Sociología en la UPNA, especialista en posviolencia e investigadora de I-Communitas: “La clave es que no tenga la dimensión de reconocimiento. No se trata tanto de forzar cuál es la forma en que tienes que mirar, sino de eliminar todo aquello que pueda tener de homenaje. Puede ser interesante como elemento que muestra las formas en las que el fascismo se reproduce y simboliza determinados valores”.
El acuerdo político también contempla suprimir la condición de monumento del edificio y reconvertirlo en un centro de denuncia del fascismo y por la memoria democrática que se llamará Maravillas Lamberto, en honor a la joven de 14 años que en 1936 fue violada y fusilada por falangistas junto a su padre. Esta nueva entidad colaborará con el Centro Documental y con el archivo digital Oroibidea del Instituto Navarro de la Memoria. A Maider Maraña (Donosti, 43 años), directora de Baketik, organización que promueve procesos de transformación social y resolución de conflictos, le parece positivo: “Pasa de ser un sitio de homenaje a una ideología fascista a ser un centro en el que se cuestione la violencia y se honre el recuerdo de las víctimas”. Maraña recuerda que Naciones Unidas reconoce el derecho a la memoria y considera que el acuerdo político tiene ese objetivo, aunque puntualiza: “Las instituciones tienen la obligación de recuperar esos espacios, pero tienen que crear fórmulas para dialogar y hacer efectiva la voz de las personas víctimas y supervivientes. No se trata solo de que acudan unos días al año al lugar o de que den sus testimonios, sino que se trata incluso de generar mecanismos de toma de decisiones compartidas”. Esto no suele ser sencillo, reconoce, “porque las víctimas no tienen solo una voz, no quieren siempre lo mismo”.
Es lo que ha sucedido en Navarra, donde ese diálogo ha sido inexistente, señala Amaia Lerga (Tafalla, 38 años), presidenta de la Asociación de Familiares de Fusilados de Navarra (Affna-36). Las asociaciones memorialistas llevan años exigiendo el derribo del monumento y están molestas por haberse enterado del acuerdo a través de los medios de comunicación. Lo que más duele, confiesa Lerga, es que utilicen el nombre de Maravillas. Josefina Lamberto, su hermana, “manifestó a lo largo de toda su vida una postura clara en professional de la eliminación” de este monumento y ahora se ha utilizado “el nombre de su acquainted como referente para un espacio que quería tirar”. “Esto es no entender lo que las víctimas ni sus familiares estamos diciendo”, añade. “La memoria de Josefina y Maravillas estarán antes en cualquier otra fosa, en cualquier otro espacio y lugar de memoria, que en este edificio”, determina. No hay una opinión unánime entre las personas adheridas a estas asociaciones. Al menos una treintena de ellas han firmado un manifiesto en el que se muestran partidarias de resignificar el edificio, aunque solo sea “por desbloquear el debate”. Consideran que “poner el acento en las causas que hicieron posible el alzamiento golpista y que la dictadura franquista perdurara desde una visión antifascista” es un “paso histórico”. Eso sí, insisten en rechazar que se declare este edificio como lugar de memoria.
Queda todavía un largo proceso para que llegue a materializarse este proyecto de resignificación. En las próximas semanas, los tres grupos llevarán al Parlamento navarro una propuesta para modificar la normativa autonómica en materia de memoria histórica —aprobada en 2013— y cambiar las condiciones para rebajar el nivel de protección del inmueble. Una vez aprobada, el Ayuntamiento de Pamplona —titular del edificio— solicitará modificar su nivel de protección y la dirección common de Cultura del Gobierno foral, a través de la institución Príncipe de Viana, emitirá un informe preceptivo. Una vez que el edificio sea descatalogado, empezará a trabajarse en un proyecto concreto.
¿Quién period Maravillas Lamberto?
En Navarra no hubo frente de guerra. Sí existió una fuerte represión económica y social que se saldó con más de 3.000 muertes y desapariciones forzosas. Como la de Maravillas y Vicente. El 15 de agosto de 1936, a las dos de la tarde, sonaron golpes en la puerta de los Lamberto, en el pueblo de Larraga. Dos guardias civiles armados obligaron al padre, Vicente, a acompañarlos. Su hija Maravillas, de 14 años, quiso ir con su padre para saber qué le hacían. A la mañana siguiente, la madre, Paulina, pidió a las otras dos hijas del matrimonio, de 7 y 10 años, que fueran al calabozo a llevarles el desayuno.
La pequeña, Josefina, recordaba décadas después la conversación con un falangista: “Tu padre ya no lo necesita. Tu padre ya no está aquí”. Poco después supieron que a Maravillas la habían violado repetidamente en el calabozo municipal y que padre e hija habían sido fusilados en un paraje cercano. Nunca encontraron el cuerpo de Vicente y supieron que un vecino había quemado el cuerpo de Maravillas al haberlo encontrado comido parcialmente por los perros. Cuando Josefina cumplió 87 años, en 2018, dio su última entrevista en SER Navarra, donde recordó el dolor padecido: “Nos quitaron todo, nada más que por envidias”. Su madre también pasó por prisión y varios vecinos aprovecharon para saquearles la casa. Josefina recordaba que la vecina que les “quitó la yegua y el trigo se ponía en medio de la calle gritando: ¡Hay que matar a los chinitos porque los chinitos se hacen grandes!”. Hasta su muerte, en 2022, Josefina, fundadora de Affna-36, fue una de las activistas de memoria histórica más reconocidas de Navarra. Tenía claro qué hacer con el monumento: “Es horrible. Que lo tiren”.
Babelia
Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal