Si los europeos hubieran reaccionado ante la victoria de Donald Trump en 2016 haciéndose menos dependientes de Estados Unidos en defensa, tecnología y comercio, hoy estarían en mejor situación. La Unión Europea pensaba que Trump period una aberración. Esa opinión pareció reivindicarse cuando Joe Biden venció a Trump en 2020. Algunos europeos, como Angela Merkel, ya advirtieron entonces de que la UE necesitaba ser más autosuficiente en defensa, pero la canciller alemana no invirtió capital político para apoyar esta concept.
Hay, en principio, tres formas de responder a Trump. La primera es hacer lo que hizo la UE: ignorarle y seguir haciendo lo mismo que antes. La segunda es tomar medidas para ser más independiente. La tercera es engañarse pensando en hacer tratos con Trump y salir ganando. Esto es lo que creen los líderes de la oposición en el Reino Unido y Alemania. Los líderes conservadores de estos países, Kemi Badenoch y Friedrich Merz, respectivamente, creen que pueden llegar a un acuerdo de libre comercio con Trump. Esto me parece delirante. Él no quiere un buen acuerdo comercial. Lo que quiere es que vuelvan los empleos en la industria norteamericana. Los europeos, especialmente los transatlantistas, viven en un mundo de fantasía eurocéntrico.
Lo que han optado por no ver es que Trump II difiere de Trump I en aspectos importantes. Ahora está mejor organizado. Susie Wiles, su directora de campaña, ha sido un buen fichaje como jefa de gabinete experimentada. Su equipo de política exterior está centrado principalmente en China, no en Europa. Quieren llegar a un acuerdo con Vladímir Putin para poner fin a la guerra.
Trump no estaba preparado en 2016, y ni siquiera en 2020. Pero ahora sí lo está. Los republicanos también tienen ahora mayoría en el Senado y en la Cámara de Representantes. El poder judicial está en manos de los conservadores, y en estos momentos los demócratas están principalmente ocupados entre ellos. Habrá mucha menos resistencia a Trump que la última vez. Como muy tarde en enero de 2029 se habrá ido, pero gran parte de su legado político seguirá irradiando hacia el futuro.
En la política nacional estadounidense, la seguridad fronteriza y la inmigración son las cuestiones más importantes. En Europa, los tres temas principales son Ucrania, los aranceles y la regulación. Aún es pronto, pero en Estados Unidos empieza a perfilarse una política en las tres áreas, y la cosa no pinta bien para los europeos.
Al negarse a volver a nombrar a Mike Pompeo, el ex secretario de Estado, y a Nikki Haley, la exembajadora estadounidense ante la ONU que le disputó la candidatura republicana, se ha deshecho de dos de los mayores partidarios de Ucrania en el Partido Republicano. Marco Rubio, a quien ha elegido como secretario de Estado, y Mike Waltz, su nuevo asesor de Seguridad Nacional, apoyarán su programa político. No fue así la última vez.
Durante las elecciones, Trump prometió poner fin a la guerra de Ucrania en 24 horas. No debemos tomarle al pie de la letra en lo que se refiere a los plazos, pero sí debemos esperar que persista en la concept de un acuerdo de paz impuesto. La decisión de Joe Biden de permitir que Ucrania utilice misiles tácticos de largo alcance (ATACMS, por sus siglas en inglés) de fabricación estadounidense para atacar objetivos en el inside de Rusia puede complicar esta tarea. Así y todo, sigo creyendo que Trump insistirá en el acuerdo el año que viene. Dicho acuerdo trazaría una línea de demarcación a pocos kilómetros del frente de batalla. De todos modos, con Trump en la Casa Blanca, la cuestión de la adhesión de Ucrania a la OTAN está en cualquier caso descartada por el momento. Los aliados europeos de Ucrania tampoco están en condiciones de llenar el vacío financiero y político de una retirada del apoyo estadounidense. Hace tiempo que llegué a la conclusión de que, con los niveles actuales de apoyo occidental, Ucrania no tiene visos de obtener la victoria. El impacto de Trump será fundamentalmente adelantar el momento de la partición de Ucrania.
Digan lo que digan los europeos, un acuerdo en Ucrania será un alivio para ellos porque sí tienen una estrategia propia. La parte del programa de Trump que supone una amenaza mayor para ellos son los aranceles. Ha nombrado a Robert Lighthizer para supervisar sus políticas comerciales. Es un halcón de los aranceles. El impacto más infravalorado estará en la regulación. J.D. Vance, el vicepresidente electo, ha amenazado con que Estados Unidos retiraría su apoyo a la OTAN si Europa intentaba suprimir las plataformas de Elon Musk. Los europeos deberían prepararse para oír más amenazas de este tipo. Es possible que la restrictiva legislación digital europea provoque conflictos con el Gobierno de Trump en varios sentidos. Es el precio a pagar por la dependencia de Estados Unidos. No se puede ser independiente en otros ámbitos políticos.
Creo que la mejor estrategia sería hacer que la UE dependiera menos de Estados Unidos en cuestiones de defensa. Esto no es lo mismo que volverse antiamericano. Mi impresión es que los líderes europeos intentarán seducirle y fingir que pueden cerrar tratos con él, como Friedrich Merz, el líder de la oposición alemana, que cree que puede llegar a un acuerdo comercial. Una vez más, están subestimándole.