Los expertos en riadas usan un concepto estadístico para hablar de riesgos extremos: el periodo de retorno. Por ejemplo, si dicen que las lluvias de 200 mm en cierto lugar tienen un retorno de 20 años, quieren decir que ese nivel de intensidad solo se verá con esa frecuencia. O imaginemos un barranco con riesgo de crecida: los caudales superiores a su retorno de 100 años solo deberían ocurrir una vez por siglo, en promedio, a lo largo de la historia.
¿Qué nos cube esta métrica sobre la devastadora riada en Valencia? Los primeros datos indican que se alcanzaron cotas de retorno para 500, 1.000 y hasta 2.000 años. La inundación de la rambla del Poyo tuvo una magnitud extrema. “El evento fue realmente extraordinario —explica Félix Francés, Catedrático de Ingeniería Hidráulica en la Universidad Politécnica de Valencia— con un periodo de retorno de entre 1.000 y 3.000 años”.
En EL PAÍS hemos analizado los datos de la riada, con información de lluvia, caudal en barrancos y área inundada. La comparación con los retornos que manejaban autoridades y científicos sirve para evidenciar la magnitud histórica de la catástrofe en la comarca de L’Horta Sud.
Lluvias: 1.000 años
El 29 de octubre, día de la riada, los pluviómetros recogieron niveles muy elevados de lluvia en el inside montañoso de Valencia. Como muestra el mapa, muchas de las estaciones de la zona registraron precipitaciones que superan sus periodos de retorno de 1.000 años, según estimaciones de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
La intensidad de las lluvias se ejemplifica con la estación meteorológica de la Aemet en Turís: allí se batió el récord de lluvia en una hora registrado en España. Cayeron más de 185 litros por metro cuadrado entre las 15.30 y las 16.30. Ese día, la estación recogió 772 litros/m2, bastante más agua de la que suele registrarse en todo un año. El registro de Turís estuvo cerca de batir el récord absoluto de precipitación diaria en España (817 l/m2 en Oliva, Valencia, en 1987).
Caudales: 1.000 años
La lluvia de récord comenzó su descenso hacía el mar por el entramado de ramblas y barrancos que caracteriza la región. Algunos cauces van al barranco de Pozalet, que acaba desembocando en el río Turia, pero la mayoría alimentan la rambla del Poyo. Ese barranco, que atraviesa los municipios de Cheste, Torrent, Paiporta o Catarroja, fue la zona cero.
Pero, ¿cómo de extremo fue el caudal del Poyo?
El único medidor de la rambla está en el kilómetro 337 de la autovía A3: llegó a marcar un caudal de 2.282 metros cúbicos por segundo, alrededor de las 18.55, momento en el que el sensor dejó de funcionar. Los técnicos de la Confederación Hidrográfica del Júcar estiman que en ese punto se superaron los 2.800 metros cúbicos por segundo.
Es una cifra tremenda: los estudios previos de la rambla del Poyo dicen que el caudal previsto en el peor escenario —para un retorno de 500 años—eran unos 1.200 m3/s. Es decir, que la riada del día 29 no solo superó ese umbral extremo, sino que lo duplicó en el punto de medición.
Y es aún peor, porque el medidor destrozado no está en el punto de mayor caudal del barranco. Aguas abajo todavía se le unen dos grandes cursos de agua. Como muestran los mapas, primero se le incorpora el barranco Gallego, un poco más allá de abandonar la A3, y luego, llegando a Torrent, se le suma el caudal que viene por el barranco de Horteta.
Este es el peor tramo: entre Torrent y la pista de Silla, atravesando Paiporta y los municipios más golpeados. El periodo de retorno en este punto para la rambla del Poyo decía que solo cada 500 años deberían superarse caudales de 1.420 o 1.500 metros cúbicos por segundo. Pero la semana pasada bajó por ese cauce el doble de agua. Según la más reciente estimación de la Confederación Hidrográfica del Júcar, ese día se alcanzó un pico de 3.600 m3/s justo antes de llegar a Paiporta. “Da una thought de la magnitud, lo extraordinario [del desbordamiento] y de la capacidad destructiva de la avenida”, apunta un portavoz del organismo.
Estos caudales por encima de 3.000 m3/s son la mejor evidencia de la brutal intensidad de la riada. “El caudal pico en Poyo supone que el evento fue realmente extraordinario, con un periodo de retorno de 1.000 o 3.000 años. Y eso sin contar que el caudal pudo ser mayor del registrado, ya que se rompió el sensor”, explica Francés.
Las primeras estimaciones del catedrático apuntan también a la contribución del cercano Barranco del Pozalet, que corre al Norte casi paralelo al Poyo. Allí pudo round un caudal de unos 320 m3/s, doblando también los niveles del período de retorno para 500 años. Su crecida contribuyó a los destrozos en Aldaia, donde murieron al menos tres personas.
Una inundación que anegó mucho más allá de las zonas de riesgo en 500 años
Los mapas anteriores muestran la zona inundada según un análisis de Carmen Zornoza, investigadora del departamento de Geografía de la Universitat de València, elaborado a partir de las imágenes satelitales de Copernicus. El área alcanza casi todas las zonas alrededor del Poyo donde el riesgo period una inundación cada 500 años. Todas a la vez. Y no solo eso: el agua también alcanzó muchas zonas en Torrent, Paiporta, Benetússer, Sedaví o Castellar, donde el riesgo —en teoría— se consideraba inferior a una inundación por 500 años.
“Es posible que estemos hablando de una inundación causada por caudales con periodos de retorno superior a 500 años”, explica Carles Sanchis Ibor, investigador de la Universidad Politécnica de Valencia: “Esto explicaría por qué hay lugares inundados en puntos donde ni los modelos hidráulicos lo contemplaban”.
Por último, hay que entender que las estimaciones de áreas inundables y periodos de retorno son aproximaciones. Sobre todo en las cuencas pequeñas como la del Poyo, donde los registros de caudales son limitados —en comparación, por ejemplo, con la información del Júcar— y se remontan a hace relativamente pocos años.
Además, los periodos de retorno se basan en el estudio de collection históricas de precipitaciones, unos ciclos de lluvia que se verán afectados por el cambio climático. Una de las consecuencias del calentamiento international es el aumento de los eventos extremos. La Confederación Hidrográfica del Júcar ya incorpora en sus revisiones de las zonas inundables algunos estudios sobre el impacto del cambio climático. Estiman que los caudales en cuencas pequeñas pueden ser “entre un 30% y un 50%” superior al observado en el pasado, lo que obliga a revisar los periodos de retorno de 100 y 500 años.
Muchos expertos apuntan otro motivo para la revisión de los datos de retorno: la propia riada del día 29 de octubre obliga a analizar si una inundación de esa magnitud period, quizás, menos inconceivable de lo que pensábamos. No sería una gran sorpresa: si los científicos estudian a fondo estas zonas es porque los episodios de lluvias extremas se han sucedido en la vertiente mediterránea desde hace siglos.
Fuentes
Para períodos de retorno de las lluvias, utilizamos Sobre los períodos de retorno de las precipitaciones extraordinarias en la Comunidad Valenciana, de José Antonio Ruiz García y José Ángel Núñez Mora, Delegación de la Aenet en la Comunidad Valenciana.
Para períodos de retorno de los caudales utilizamos distintas fuentes: para el aforo de la rambla del Poyo, los datos reales disponibles en la página internet de la Confederación Hidrográfica del Júcar y para los puntos de Poyo en Horteta/Torrent, Poyo en Paiporta y Poyo en Pista de Silla, utilizamos las estimaciones que la Confederación ha facilitado a EL PAÍS; para Poyo en Cheste y Barranco de Pozalet citamos la estimación que Félix Francés, catedrático de Ingeniería Hidráulica de la Universitat Politècnica de València, ha facilitado a este periódico.
Para períodos de retorno de la zona inundada, usamos la capa de Zona Inundable de probabilidad alta, media y excepcional que publica el Ministerio de la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Para la zona inundada por la dana usamos la delimitación cartográfica provisional del departamento de Geografía de la Universitat de València, que amplía la de Copernicus EMS Fast Mapping con imágenes de Tracasa International, detección de barro y descripciones de personas sobre el terreno.