Se cumplen 25 años del triunfo de Iván Gutiérrez en el Mundial de Treviso y el ciclismo español lo celebra con otro Iván, Iván Romeo, un tallo de 21 años cumplidos en agosto, un pucelano del barrio de las Mercedes, en lo más alto del podio del Mundial sub-23 contrarreloj junto al lago de Zúrich, un maillot arcoíris y una medalla de oro colgada del cuello. En la tradición de otros gigantes españoles maestros de la contrarreloj, Miguel Indurain o Abraham Olano. A su lado, cerca en el escenario pero lejos estuvieron en la carretera, los otros medallistas, también chavales gigantes, rozando el 1,90, la nueva raza del ciclismo en el que los más jóvenes cada vez son mejores, el sueco Jakob Söderqvist, segundo, a 32s, y el suizo Jan Christen, otro de los fenómenos juveniles del UAE, tercero, a 41s.
En la victoria de Romeo, 30 kilómetros en las laderas del lago por las afueras de Zúrich recorridos en 36m 42s, interviene tanto el trabajo de los técnicos de su equipo, el Movistar del WorldTour, como su empeño private, y el de su familia. “Quizás para algunos haya sido una sorpresa, pero, si soy sincero, no para mí. He trabajado tanto para conseguirla….”, cube Romeo, tan alegre en el “día más feliz” de su vida que hasta en el podio le cuesta trabajo no reírse mientras suena el himno. Y piensa sobre todo en su familia, en su padre que guardó una semana de vacaciones para estar con él los últimos 10 días en Zúrich, ayudándole en todo, siguiéndole en los entrenamientos, ayudándole a reconocer el recorrido, y hasta está a su lado, detrás de las cámaras en el scorching seat (el sillón en el que los tres mejores en cada momento siguen el transcurso de la prueba). “El recorrido me iba perfecto, las subidas suaves, los descensos. Habíamos organizado el pacing para marcar la diferencia en el último tramo y seguí el plan al pie de la letra, pero no pensé que fuera a tener tanta potencia al ultimate”.
El último tramo fueron 9.400 metros vertiginosos que Romeo inició con el segundo mejor tiempo y lo sobrevoló, ese es el verbo, en 9m 55s, 25s menos que el sueco, 39s menos que el danés, y 59s menos que el belga Alec Segaert, el gran favorito (había sido segundo los dos últimos Mundiales el corredor del Lotto), que había marcado el mejor tiempo en el kilómetro 20,5 y terminó cuarto. “En esos últimos 10 kilómetros se amontonaban cantidad de cosas en la cabeza, pensaba en toda mi familia, en todos los que ha estado cerca de mí, el mejor grupo del mundo, y me decía, el dolor no importa, dale duro, dale duro, cinco kilómetros, cuatro, tres…”, explica Romeo, gran promesa de siempre del ciclismo español, cuyo progreso en contrarreloj debe mucho también al trabajo de su equipo, el Movistar, a su ingeniero de rendimiento, Iván Velasco, los estudios aerodinámicos, el materials que marca la diferencia. “Hoy estoy feliz, muy feliz”, cube Velasco. “A veces sale y a veces no, pero ha salido perfecto el plan que habíamos trazado, porque sabíamos que la clave estaba en el tramo ultimate”.
El triunfo de Romeo es también un espejo del cambio del ciclismo español, que abraza ya el futuro y que en el Mundial de Zúrich promete grandes alegrías para la afición. Llegan jóvenes de gran talento, y detrás de Romeo se espera, el martes mismo, a la navarra Paula Ostiz, de 17 años, reciente campeona de Europa contrarreloj júnior y una de las favoritas en el Mundial. El jueves, en el Mundial de ruta júnior masculino, el alicantino de Alfàs del Pi, junto a Benidorm, Héctor Álvarez, número uno en el ránking mundial, y el viernes, en la ruta sub-23, Pablo Torres, el fenomenal escalador de Vicálvaro.