El sábado, el gremio celebró la manifestación “Stand With Animation” en Burbank. No cientos sino miles de trabajadores de la animación se reunieron en el estacionamiento de IATSE Native 80, portando pancartas que, como period de esperar, estaban bien dibujadas y enmarcadas, con personajes como Bender de Futurama y Bob de Bob’s Burgers, con lemas como “La IA no puede sustituir a los artistas” y “Dejen la animación para los humanos, porque la IA no puede hacerlo”. El sentimiento contra la IA fue sin duda la tendencia más predominante.
Cuando entrevisté a guionistas y actores en las huelgas de la WGA y la SAG-AFTRA el año pasado, había una mezcla de sentimientos en torno a la IA que, aunque en su mayoría negativos, abarcaban ansiedad, incertidumbre y enojo.
El público de Burbank period el más uniforme y anti-IA que he presenciado nunca. Cuando le pregunté a un animador qué pensaba de la repercusión de la IA en su sector, respondió: “Que se joda la IA”; y cuando pregunté a las dibujantes de storyboards Lindsey Castro y Brittany McCarthy qué pensaban de la IA, ambas se limitaron a abuchear.
Un año después de las huelgas de la WGA, la IA no period, para los trabajadores de la animación con los que hablé, algo que cuestionar o con lo que experimentar, sino algo a lo que oponerse. Un trabajador de la animación pasó con un cartel que hacía referencia al comentario del maestro de la animación Hayao Miyazaki de que utilizar IA en las artes es “un insulto a la vida misma”.
No es la IA, sino quién la usa
Hacía un calor sofocante, incluso a las 5 de la tarde, cuando Rianda subió al escenario para ejercer de maestro de ceremonias. Presentó a una serie de guionistas, directores y leyendas de la animación como Rebecca Sugar, Genndy Tartakovsky y James Baxter, así como a dirigentes sindicales, políticos y trabajadores de base: “No vamos a dejar que una computadora, un programa sin alma, les fairly su trabajo”, mencionó la miembro de la asamblea de California Laura Friedman. El alcalde de Burbank, el presidente de IATSE y el actor y podcaster Adam Conover se turnaron el micrófono.
Los organizadores y los oradores destacaron el tamaño de la manifestación: “Nunca había visto a tanta gente de la animación en un mismo lugar; nos gusta quedarnos en nuestras cuevas oscuras”, expuso uno de ellos, y a mitad de camino Rianda opinó que se trataba de la mayor concentración de la historia de la industria de la animación. Rianda mantuvo alto el nivel de energía durante toda la tarde, recitando chistes y coreando cánticos, con su pálida piel rosada por el sol y el esfuerzo.
Centenares de animadores lo aclamaban; period fácil ver a estos “niños de interiores”, como se llamaban a sí mismos varios trabajadores de la animación, como los desvalidos enfrentados a unos jefes que querían utilizar una tecnología para eliminarlos. En una comparación que Rianda soltó en el mitin, no eran muy distintos a los Mitchell, a quienes el apocalipsis robótico de los dibujos animados pilló desprevenidos al principio, pero que luego fueron capaces de detenerlo.
“Intento hacer estas cosas porque me preocupa mucho que si no se educa a la gente sobre lo que puede pasar, ocurra lo peor, lo veo empezando y será muy suave al principio, como ocurre con los quioscos en los supermercados. De repente, todo el mundo en la ciudad no puede trabajar. Se preguntan: ‘¿Qué coño está pasando? ¿Por qué no puedo conseguir trabajo?’ Literalmente, creo que se perderán miles de puestos de trabajo”, opina Rianda.
Como muchos de sus compañeros artistas y trabajadores creativos, Rianda ha llegado a ver la inteligencia synthetic como una tecnología que no carece intrínsecamente de mérito, pero que está siendo utilizada por las razones incorrectas, por la gente equivocada. Por eso lucha, para intentar garantizar que la IA quede en las manos adecuadas.
“El concepto de inteligencia synthetic es genial. Utilizarla para resolver el cambio climático, curar el cáncer y hacer un montón de otras cosas raras. Pero en manos de una corporación es como una sierra que nos destruirá a todos”, concluye.
Artículo publicado originalmente en WIRED. Adaptado por Alondra Flores.